Cuando hablamos de energía eléctrica, hay dos conceptos que a veces se confunden, pero que juegan papeles muy distintos en el día a día de una empresa o entidad pública: calidad del servicio y calidad de potencia.
La calidad del servicio tiene que ver con algo básico, y a la vez, vital como es que la luz no se vaya. Se trata de la continuidad del suministro eléctrico: que en lo posible, y teniendo claro factores externos como los fenómenos naturales, no haya apagones, que no se interrumpa el flujo de energía y que todo funcione como debe, sin cortes inesperados que puedan frenar tu operación.
Por otro lado, la calidad de potencia va un paso más allá. Es revisar si ese flujo de energía que nunca se detiene dentro de tu operación, además de constante, está limpio. ¿Qué significa eso? Que no presenta distorsiones, picos o variaciones que puedan afectar tus equipos, dichos fenómenos pueden durar apenas unos segundos y ser imperceptibles para ti, pero generan fallos en la operación de los equipos eléctricos como apagones o reinicios inesperados que ocasionan gastos inoportunos.
En pocas palabras:
La calidad del servicio es que llegue la energía.
La calidad de potencia es que esa energía que llega a tu operación esté en buenas condiciones.